Es semana de Feria en Albacete, y ello agita de un modo u otro el estuche de los recuerdos. Escribo esto un 8 de septiembre, día de su patrona local, la virgen de Los Llanos, y mi mente se transporta a esos momentos en los que subía con mi abuelo a su camarín, a clavar las flores en el manto de corcho.
Tampoco puedo omitir esas mañanas de domingo en las que la familia al completo nos vestimos de manchegos, y tras pasar la puerta de hierros con el canasto de las flores como ofrenda a la virgen, ir al templete, el ateneo o alguna de las casetas, en las que de nuevo, nos estaba esperando el abuelo para tomarnos la caña y el aperitivo de rigor de ese día. Sí, influye el hecho de que ya no esté aquí que lo recuerde tanto. A finales de mes hará ya 4 años que puso rumbo al planeta de los etéreos, donde supongo que seguirá alborotando con sus chascarrillos y cantes al resto.
Volviendo a la feria, tampoco se debe olvidar el bocadillo de jamón y los miguelitos con la sidra, la noria o los sonidos del ratón vacilón, mezclándose con el bullicio del ambiente del paseo.
La gente, el olor a chorizo y morcilla y a gofre, los puestos en los redondeles y la música constante del templete, los brebajes espirituosos como premio a las largas colas…
En definitiva, elementos y sentimientos que llevan a uno a decir, siempre que puede, y sin ser pretencioso, que hablamos de la mejor feria de España.
Y esto nadie puede negarlo, porque… ¡Quien viene repite!